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En el conocido como Finisterre cristiano, en un valle suavizado por el río madre del Duero, hace once siglos, los viejos sillares derruidos del desaparecido reino visigótico volvieron a erguirse en un proceso de repoblación que acabaría 500 años más tarde. El Esla esconde grutas de oración de más de mil años de antigüedad cuya semejanza con la obra de Gaudí no puede ser casualidad.
Antonio Gaudí visitó León por primera vez la primavera de 1889, una estancia a la que seguirían nueve viajes más: dos en 1890, tres en 1892 y cuatro en 1893. Es en estos años cuando se produce el gran cambio en la personalidad del genio y no son pocas las voces que hablan de cómo le influyó su paso por la provincia. De hecho, conocer al obispo Grau, que le encarga el nuevo palacio episcopal de Astorga, marca un antes y un después: «se acerca a la religión católica y se dedica a pensar en soledad», destaca Xavier Güell en la obra Yo, Gaudí. Hasta entonces, el arquitecto había sido uno de los exponentes más destacados de la vida burguesa catalana. León lo cambia todo y el cristianismo se convierte en su modo de vida. De hecho, como explica Ricard Mas, Antoni Gaudí convirtió su obra en una glorificación de Dios. Fue después de su paso por León —contaba con 36 años de edad— cuando decidió vivir en la pobreza, eligió la castidad y cuentan que, siguiendo el ejemplo de los eremitas, comenzó a vivir en el taller de La Sagrada Familia. Llegó un momento en el que tan sólo aceptaba proyectos religiosos y las pocas obras civiles que realizó fueron debidas —según él mismo aseguraba— al permiso que le concedía de la Virgen. El legado de sus estancias leonesas fueron la Casa Botines y el palacio Espiscopal, pero no sólo. Hasta aquel momento, el arquitecto se inspiraba en el arte medieval, en el que —según los expertos— veía los valores perdidos en el modernismo, tanto a nivel artístico como social. El arquitecto Ricardo Aroca explica, por ejemplo, que La Sagrada Familia es, con ligeras variaciones —la nave central es más ancha y las laterales más estrechas— idéntico en origen a la Catedral de León. Pero pudo no haber sido el único ejemplo cisastur que Gaudí se llevó a Barcelona.
En estas dos imágenes se puede comprobar la gran similitud que hay entre la obra de Antoni Gaudí para la familia Mila y las conocidas como Cuevas Menudas, los eremitorios que los monjes labraron en las montañas que rodean el valle del Esla. MARCIANO PÉREZ
Entre la construcción del palacio draconiano que preside la plaza leonesa de Botines y el comienzo de la obra de La Pedrera distan trece años durante los cuales el arquitecto no dejó de agrandar su dimensión artística.
Parte de los expertos en Gaudí han visto la inspiración de la Casa Milá en escenarios naturales del Mediterráneo. Publicado está el origen de mucha de su creación en el Coll de la Desenrocada, un paraje situado entre los municipios tarragonenses de la Argentera y Vilanova d’Escornalbou. Dicen que desde allí se pueden contemplar multitud de rocas que tienen una gran similitud con los elementos más emblemáticos de la obra gaudiniana, como las puertas y las chimeneas de la Pedrera; el dragón y los pilares del Park Güell o los balcones y el gran balcón de la planta principal de la Casa Batlló.
«La Pedrera concuerda con las Cuevas Menudas en los huecos y en los macizos, así como en las franjas volumétricas horizontales»
Han sido muchos los que han creído ver en Montserrat, las cuevas de Mallorca o la sierra de Prades signos incontestables de sus creaciones.
Los eremitas de León
Pues bien, a pocos kilómetros de la capital se encuentran las catedrales de la repoblación, santuarios románicos que, como San Miguel de Escalada, fueron la punta de lanza de la reconquista y que están rodeados de eremitorios labrados sobre las laderas de Villasabariego. Allí, en la desembocadura de Lancia, están las Cuevas Menudas, un exponente privilegiado de los lugares que los monjes utilizaban en sus retiros espirituales; celdas de barro desde las que se domina todo el valle del Esla y que parecen ser el modelo para la fachada de La Pedrera. «Basta con ver la idea de la concepción de los volúmenes de la fachada para darse cuenta de que la Casa Milá rompe con todo lo diseñado anteriormente por Gaudí», destaca un arquitecto experto en la obra del catalán, que añade que el artista tuvo que haberlas visitado porque de otra manera no se entiende la similitud entre ambas. «Y más para Gaudí, que se inspiraba en la naturaleza. Esos eremitorios están incrustados en la montaña y las ventanas de la Pedrera siguen el mismo esquema de huecos en línea que las cuevas menudas. Además, fue la primera vez que el artista no siguió puramente la naturaleza vegetal».
MARCIANO PÉREZ
El arquitecto añade que La Pedrera concuerda con las Cuevas Menudas en los huecos y en los macizos, así como en las franjas volumétricas horizontales. «Incluso las barandillas, en hierro y a modo de protección vegetal, se proyectaron así para no interrumpir la forma de los huecos que, de esta manera, no pierden su fuerza como tales», destaca.
El hallazgo de Jimeno Guerra
Declaradas BIC en 1985, las cuevas son conocidas también como la Tebaida leonesa y fueron clasificadas a principio del siglo XX por Julián Sanz Martínez como arte rupestre. Sin embargo, una investigación de la profesora Vanessa Jimeno Guerra, colaboradora honorífica del departamento de patrimonio artístico y documental de la Universidad de León, certificó que los ejemplos de arquitectura excavada en el valle medio del Esla hunden sus raíces en la alta edad media y no en el neolítico. El estudio estableció así una cronología altomedieval para todos estos conjuntos excavados mucho más acertada que aquella prehistórica que establecieron algunos estudiosos a comienzos del siglo XX. La obra, titulada Arquitectura excavada altomedieval en el valle medio del Esla, analiza en profundidad los conjuntos de cuevas artificiales emplazadas en el valle medio del Esla, además de adjuntar un exhaustivo catálogo de las mismas con el fin de completar una laguna historiográfica y de perpetuar una parcela de nuestro patrimonio que, a decir de Jimeno Guerra, «mira impasible el paso del tiempo y su inevitable deterioro». No habla en balde la investigadora, ganadora del premio que otorga la fundación Carolina Rodríguez. Y es que el conjunto completo consta de 17 cuevas, pero algunas ya se han venido abajo, ya que Julián Sanz, en 1923, catalogó 20.
El proyecto de puesta en valor de las cuevas está a punto de finalizar con la esperanza de que en diciembre puedan visitarse de manera conjunta con el yacimiento romano de Lancia
En diciembre, visitables
La Diputación y el Ayuntamiento de Villasabariego están a punto de concluir las obras de protección y adecuación del yacimiento con el fin hacerlo visitable y se convierta así en parte de la ruta de los monasterios. Con un proyecto realizado por Andrés Rodríguez Sabadell y Susana Valbuena, de RVArquitectos, la alcaldesa espera que esté listo en diciembre y que se integre en el yacimiento de Lancia. De hecho, el aparcamiento de la ciudad romana también será el que utilicen los visitantes a las grutas. Destaca el artífice del proyecto que el estado estructural del yacimiento cuando ellos comenzaron a desarrollar el trabajo era de «precolapso». «Amenazaba derrumbe inminente, con lo que era necesaria una actuación de consolidación lo más rápida posible para reparar los daños estructurales del mismo y evitar con ella la pérdida patrimonial consecuente de un posible derrumbe», explica. Las cuevas que podrán ser visitables serán sólo seis. Al menos, de momento. De hecho, el conjunto se encuentra muy deteriorado debido a la acción de los agentes atmosféricos y el vandalismo, con importantes grietas en la roca y el terreno que las compone, y con algún desprendimiento de la parte superior de la ladera, lo cual tapona parcialmente las cuevas originales. Andrés Rodríguez Sabadell destaca que ya se han ocasionado derrumbes de terreno que se han depositado en la boca de las cuevas tapando parcialmente su entrada y dificultando aún más su acceso y tapando su imagen. «Estos derrumbes se generan debido a la escorrentía del agua de lluvia, que reblandece el suelo de arcillas de la ladera y genera derrumbes de la ladera en su parte más débil que es precisamente la que se encuentra excavada.
La Diputación ha invertido 190.000 euros en poner en valor las cuevas y el Ayuntamiento ha invertido el 10% restante. La pretensión es que los turistas puedan entrar en los eremitorios y divisar desde un mirador la belleza de la obra excavada por los monjes. El acceso se dispondrá a partir del aparcamiento que se ha levantado junto al yacimiento de Lancia con el fin de que toda la zona pueda ser visitada de manera conjunta.